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¿Con qué calidad de agua riegas tu huerto de verano?

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Se acerca el verano, y a medida que el clima mejora, familias enteras van a pasar un domingo o un festivo a sus huertos, o bien aprovechan sus jardines y cultivan sus propios tomates, cebollas, pimientos, etc.

Luego, será el momento de consumirlos, posiblemente en una buena barbacoa con amigos y familiares. El cuidado del huerto es un hobby bastante popular en nuestro país, uno que incluso une a varias generaciones, y muchos dedican gran cuidado a sus hortalizas, escogiendo los fertilizantes adecuados y protegiéndolas de plagas. Sin embargo, existe un factor crucial a tener en cuenta al que en no pocas ocasiones se le dispensa menos atención de la que realmente requiere.

Nos referimos a la calidad de agua riego, la cual es fundamental para determinar no sólo el éxito de la cosecha, sino la calidad e incluso la salubridad de los productos que cultivamos.

 

Después de todo, los vegetales están compuestos mayoritariamente de agua, y acumularán dentro de sí lo que ella contenga: si el agua está contaminada o contiene elementos no deseables para nuestro organismo, nuestros frutos regados con ella presentarán dichos elementos, además de que afectarán a su calidad y sabor. Por eso es vital contar con un agua limpia y sin contaminantes.

En muchos casos, se utiliza agua de pozo o acequia para regar el huerto. Si bien su calidad varía de acuerdo a la zona, no es conveniente usar un agua de pozo (sin un análisis previo), debido a que puede presentar filtraciones de herbicidas y pesticidas provenientes de campos de cultivo de árboles frutales, o en el caso de campos de ganado puede presentar bacterias fecales.

Por lo que respecta a una acequia, si esta se encuentra cerca de la carretera, puede contener rastros de aceites, combustibles y otros residuos. Además, al no estar desinfectada, puede ser un auténtico criadero de bacterias. El agua de grifo es más segura en cuanto a contaminantes se refiere, pero aun así no es la más indicada para el riego.

Esto se debe a que contiene, como mínimo, CLORO. Además, en algunas zonas, como el Levante español, las aguas son duras, con una gran concentración de sales como el magnesio, el calcio o el potasio, además de sulfatos.

 

 

Veamos en qué afectan estos distintos factores del agua con la que riegas tu huerto de verano:

 

El Cloro

El cloro está presente en todas las aguas de red. Se trata de un desinfectante que asegura que el agua sea inocua para el ser humano. Impide la formación de algas y hongos en las tuberías de suministro y depósitos de almacenamiento de agua. En verano, debido a que las altas temperaturas favorecen la aparición de bacterias, los ayuntamientos suelen incrementar la cantidad de cloro añadida al agua. Esta gran cantidad de cloro afecta de tal manera al olor y el sabor del agua de grifo, que muchísimas personas optan por no beberla. Pues bien, así como el agua clorada no es lo ideal para las personas, tampoco lo es para las plantas. En este caso, el problema es que, si bien el cloro mata microorganismos nocivos, también mata a los microorganismos beneficiosos que habitan en el suelo y que interactúan con las raíces para mejorar la absorción de nutrientes, y que además protegen a la planta de hongos. El uso de fertilizantes orgánicos impulsa y potencia la presencia de esta rica vida interior, pero el agua clorada no discrimina entre microorganismos beneficiosos y perjudiciales: mata a todos por igual. Esto neutraliza el efecto positivo de los fertilizantes orgánicos, e incluso daña a las raíces de la planta. El cloro quema las raíces, evitando que absorban los nutrientes esenciales.

Aguas duras

Dependiendo de la región, el agua local puede ser dura, es decir, rica en sales como magnesio, calcio, potasio, y en sulfatos. Estas sales aumentan la electro-conductividad (EC) del agua, lo que afecta la capacidad de absorción de las raíces. Los valores de EC que puede tolerar una planta presentan un límite. Cuantas más sales haya disueltas en el agua, más reducida será la capacidad de las raíces para incorporar nutrientes.

Hay que tener en cuenta además que una cantidad demasiado elevada de sales puede ocasionar lo que se conoce como “Nutrient Lock Out”, que es lo que sucede cuando las raíces están saturadas y no pueden absorber más nutrientes. Las sales se incrustan en las raíces bloqueándolas, situación que puede llegar a ocasionar la muerte a la planta. Puede además haber en el agua metales pesados como el plomo, el cadmio, el boro o el arsénico, que son tóxicos no solo para las plantas sino para el ser humano.

 

Mejor agua, mejor calidad

En definitiva, la meta es conseguir una producción saludable y abundante, que sea beneficiosa para el organismo y que dé la satisfacción al cultivador de un trabajo bien hecho. En este sentido, controlar la calidad del agua nos permite un mayor control sobre el cultivo, ya que elimina variables a la hora de diagnosticar un problema y ayuda a llevar un mejor control de los nutrientes que se le aportan.

El agua de calidad en el cultivo repercute en un cultivo de calidad. Si se riega con un agua desconocida, desconocido será también el resultado. Esto puede afectar el sabor, el aroma, el aspecto, y los valores nutricionales del producto. En cambio, un agua de buena calidad le permitirá a la planta absorber correctamente los nutrientes que añadimos, con lo que dará frutos mucho más abundantes, deliciosos y saludables. Si para nuestro consumo elegimos la mejor calidad de agua, ¿por qué no darle la misma calidad a nuestras plantas? Existen soluciones que nos permiten conseguir la mejor calidad de agua para nuestro huerto, por eso en el próximo riego, algunas preguntas que nos haremos son: “¿Estoy dándole a mis plantas la mejor calidad de agua?, ¿bebería yo la misma agua que le doy a mis plantas?”

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